lunes, octubre 17, 2011

En busca de renovación espiritual

Vital para seguir adelante 
En el ingreso a Santa Rosa de Quives, comunidad originaria de la santa limeña Santa Rosa de Lima, los visitantes se aglomeraban y ascendían por el camino de trocha y empolvado hacía los que fueron los aposentos, en otrora época, de Santa Rosa.
Fue el reciente feriado, 8 de octubre, cuando los sacerdotes de la Diócesis de Carabayllo, organizaron una peregrinación espiritual hacía Santa Rosa de Quives, congregando a todos los fieles ávidos de participar en una jornada de reflexión, acaso de alabanza y oración a Dios altísimo, Cristo Jesús y el Espíritu Santo; porque no decirlo también, a la Virgen María, madre de Jesús.
Ya en el lugar, los visitantes llegaban en grupos, sean con familiares o amigos. Una canción como música de fondo daba acogida a los recién llegados, sonaba a través de un radiotransmisor de los vendedores ambulantes la canción “El profeta”, a decir de su estrofa principal: “Tengo que orar, tengo que luchar, ay de mí si no lo hago; como escapar de ti, como no hablar, si tu voz me quema dentro…”
En el camino ascendente, rumbo al recinto de Santa Rosa, estaban apostados los vendedores de helados, de miel de abeja, de chicha de jora, de artesanías, de pulseras, de collares, de cd’s de alabanza y música cristiana, de panes, de curiosidades, entre otros. Así también, los fieles colaboradores de la iglesia católica daban la cordial acogida a los visitantes, con un: “Bienvenidos, gracias, adelante…”.
Pasando la estrecha puerta de ingreso, avanzamos atraídas como un imán, hacía el escenario central, asentada sobre una amplia área verde protegida por un gran toldo del esplendoroso y cálido sol. Allí, la gente reunida irradiaba una atmósfera de hermandad. Lideraban esta congregación de ávidos participantes los hermanos en fe. Animaban y prodigaban palabras de unión, de confraternidad, mediante frases o mediante cánticos.
Así, la clásica y conocida canción: “Si tuvieras fe como un granito de mostaza, eso lo dice el Señor… tú le dirías a las montañas: muévanse, muévanse, muévanse…tú le dirías a los enfermos: sánense, sánense, sánense…tú le dirías a tu familia: ámense, ámense, ámense…”, provocaba una alegría al unísono al entonarla, porque se manifestaba en los corazones el significado de cada palabra de fe de esta canción.
Y se manifestaba esta alegría, de la cual doy fiel testimonio, a través de brazos extendidos, brazos arriba, aplausos, ademanes de loas, entusiasmo, sonrisas y un compartir general para decir a todos: “Mi Dios está vivo”, como asevera nuestra canción siguiente, la misma que mueve a niños, adultos, jóvenes, ancianos, señoras, señores, madres de familia, jóvenes animadores, abuelitos,  monjas católicas, fieles católicos, quienes influenciados por el espíritu cantamos con alegría y devoción.
“Mi Dios está vivo, el no está muerto. Mi Dios está vivo, en mi corazón, mi Dios está vivo, ha resucitado. Lo siento en mis manos, lo siento en mis pies, lo siento en mi alma y en mi ser. Oh oh oh oh hay que nacer del agua, oh oh oh oh hay que nacer del espíritu de Dios. Oh oh oh oh hay que nacer del agua y del espíritu de Dios, oh oh oh oh hay que nacer del agua y del espíritu de Dios”.
Inclusive, nos enseñaron una cancioncita más, para nuestro repertorio de alabanza, a decir así: “me enamoré, de tus manos, de tu voz, de tu mirada, de las veces que a mí me hablabas, de las veces que tu amor me demostrabas, me enamoré, me enamoré, me enamoré. Una canción que nos revela, sin duda, como Dios nos ha seducido, especialmente a mí y cuantos están reunidos en esta peregrinación.
Magnífica oportunidad también, para reencontrarse con caras conocidas, como la hermana Eduvina, de la iglesia Santa Isabel de Comas, quién me brindó su tiempo, su guía espiritual, su ejemplo de vida cuando se trata de asimilar buenas vibras y energía positiva en alguna ocasión. Hay personas que dedican gran parte de su vida a servir a Dios, ese testimonio de vida me asombra y es motivo de admiración para mí.
Ya luego del caluroso preámbulo de bienvenida al divino creador, pues se trataba de alabarle en este sábado glorioso, se aproximó la comitiva de sacerdotes, encabezada por el obispo de la Diócesis de Carabayllo, Lino Panizo.
Los sacerdotes oficiaron la misa. Fue grato recibir las enseñanzas bíblicas en medio de extendido regocijo de estar congregados en Santa Rosa de Quives para alabar al altísimo. Recuerdo que el sacerdote mencionó a los dones, Dios nos da dones, uno de ellos es el don de profecía, y habló del profeta Isaías, quien 700 años antes  de Cristo anunció que nacería un Salvador, un salvador para el pueblo de Israel, el pueblo infiel, del que tuvo misericordia el Señor y les envió un Salvador.
Y seguidamente los sacerdotes, guías espirituales de esta peregrinación, nos recordaron las frases memorables, llenas de devoción: “Dios está aquí, escúchalo”. Por supuesto que Dios estaba presente en éste lugar, por ello estábamos agradecidos con las enseñanzas y orientaciones de los sacerdotes, quienes no tardaron en hacernos recordar el lema del año 2012: “Acoge la palabra, vívela en tu familia”, como una forma de compartir lo que estábamos sintiendo y aprendiendo en ese momento, un conocimiento digno de ser transmitido a nuestros familiares y amigos.
Dada la debida reverencia a la celebración de la eucaristía y luego de recibir el cuerpo de Cristo para fortalecer nuestra fe, nos correspondió dar las ofrendas. Cuantos fueron entusiastas para dar sus ofrendas, chicos y grandes daban sus ofrendas. Ya dotados de un calor espiritual, nos hicimos merecedores a recibir la bendición, como la cereza que embellece la torta. Las palabras finales de agradecimiento fueron mutuas, de sacerdotes a fieles y de fieles a sacerdotes.
Culminada la misa, ya era hora de almorzar y la mayoría de nosotros había llevado una pequeña merienda, la que disfrutamos en conjunto, todos los visitantes congregados; mientras los vendedores de helados así como los vendedores de recuerdos cristianos paseaban alrededor ofreciendo sus productos, para refrescarse ante el cálido sol y productos para saciar nuestra necesidad de tener a Dios, a Jesús y a la Virgen María cerca de nosotros.
Cuando terminamos de almorzar, decidimos pasar a la capilla de Santa Rosa de Quives, luego  a la posta médica allí instalada; más luego, a la casa de penitencia de Santa Rosa y finalmente, a contemplar el famoso Pozo de los Deseos. Muy concurridos todos estos recintos, mientras a unos cuantos metros estaban los vendedores ambulantes, dispuestos a hacerse de algún beneficio económico ante la presencia de tantos visitantes. Y no era para menos, había clientes para cada uno de ellos. Por nuestra parte, nos deleitamos con sendas botellas de chicha de jora, como un apetecible y agradable producto para acompañar nuestro retorno a casa.


Los visitantes escribiendo sus peticiones a Santa Rosa